Carlos Jiménez Rodríguez. Retrato de la Grazalema de principios del S. XX

Tio Carlos  (1), HOUG

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Carlos Jiménez Rodríguez

Grazalema. 1860-1932

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Carlos Jiménez Rodríguez, nació en el número doce de la Plaza Pequeña de Grazalema en el seno de una acomodada familia formada por don Carlos Jiménez Baños, doña María José Rodríguez Benítez, y sus cinco hijos: el mayor fallecido a los siete años de edad, Juan que estudió y ejerció como abogado en Grazalema hasta su fallecimiento en 1.891, José María nacido en 1.845  y que también se licenció en derecho, Carlos y María que casará con Manuel Zarzuela y fallecerá en 1.922.

Siguiendo una temprana vocación sacerdotal, seguramente influenciada por su tío Francisco Jiménez, sacerdote igualmente residente en Grazalema; ingresó en el Seminario de Málaga donde tras licenciarse en Teología, se ordenó de Presbítero.

En 1.889, figura como  Teniente Cura de la Parroquia de Grazalema, hasta que es nombrado Párroco y Arcipreste de Grazalema en 1.897 (1). Cargo en el que permanecerá hasta su fallecimiento ocurrido en la misma casa que le vio nacer, el día 26 de julio de 1932.

No es de extrañar que este largo período de ministerio sacerdotal, dejara una profunda huella en sus contemporáneos, hasta el extremo que todavía los de más edad, recuerdan su nombre por haberlo oído nombrar con cariño a sus padres y abuelos a quienes probablemente bautizó, casó y acompañó en  las exequias de sus mayores.

Cuando se habla de don Carlos, inmediatamente se le distingue de don Carlitos, sobrino suyo de igual nombre y apellidos, que ingresó en el Seminario de Málaga en 1.897 y que tras su ordenación ejercerá su ministerio en Grazalema, como capellán de su cárcel, conviviendo con don Carlos hasta su temprana muerte, fruto de una naturaleza siempre débil y enfermiza.

 

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Don Carlitos y un grupo de grazalemeños en la ermita de los Ángeles a principios del Siglo XX.

 

Tampoco puede omitirse la mención de su hermano mayor José María Jiménez Rodríguez, que nacido en Grazalema en 1.859, estudió Derecho en la Universidad de Sevilla en la que se licenció; titulándose posteriormente como Perito Mercantil, e ingresando en 1.875 en el Banco de España, donde desempeñó la dirección de varias sucursales de la citada entidad, entre ellas las de Zaragoza y Mallorca donde nacerá su hija Amidea Jiménez-La Iglesia, cuyos descendientes mantienen hoy su vinculación con Grazalema.

Profesional estudioso e inquieto, José María Jiménez publicó numerosos artículos en varias revistas especializadas como la “Gaceta de la Banca” y el “Economista”, llegando a ganar en 1905, el prestigioso premio de economía “Conde de Toreno” concedido por la Academia de Ciencias Morales y Políticas, con su obra “Estudio crítico de la crisis económica”.

Director General de Sucursales del Banco de España, no olvidó nuestro paisano, las necesidades de su pueblo de las que constantemente era informado por su hermano y por su hija que aprovechaba las vacaciones para pasar algunas temporadas con su tío.

 

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Doña Amidea Jiménez-LaIglesia, sobrina de don Carlos quien ofició su matrimonio en Madrid el 29 de abril de 1.921 con un joven Francisco Rivas y Jordán de Urríes.

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Consciente de que buena parte del atraso económico de Grazalema venía producido por las malas comunicaciones y bien relacionado con el varias veces Presidente del Consejo de Ministros, don Antonio Maura, con cuya familia entabló amistad durante su estancia en Mallorca; consiguió acabar con el tradicional aislamiento de Grazalema, mediante la consecución de la construcción de la carretera que actualmente la une con el Puerto de Montejaque y Ronda. Grazalema agradecida, le dedicó la calle que hasta ese momento era conocida como Calle Hospital.

 

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José María Jiménez Rodríguez

 

Don Carlos Jiménez, era al igual que su hermano mayor, un hombre de una vasta cultura. Poseía en su casa de la Plaza Pequeña una enorme biblioteca, siempre  abierta a quien tuviese sed de saber, y a la que dedicaba sus escasos ratos libres.

Preocupaba precisamente a don Carlos, la existencia de un buen número de niños analfabetos que sin acudir a las Escuelas Públicas de Grazalema, se encontraban vagando por las calles, sin que las autoridades municipales ni sus padres pusiesen remedio a esta situación.

Los munícipes de la época solían justificar el abandono de las Escuelas públicas en el hecho de que no eran demandadas por los padres. Hecho cierto, pero que era debido, bien a que los niños habían de buscarse el sustento, o bien porque los padres no veían en la asistencia a la Escuela una forma de mejorar la situación de sus hijos.

Ante la indiferencia de padres y autoridades, don Carlos organizó sus propias escuelas, con un inteligente pragmatismo. Las clases se impartían en horario de tarde, lo que no impedía la ayuda de los niños a las tareas de sus mayores y finalizadas se repartía una merienda que garantizaba la asistencia a las clases, de una población infantil escasamente alimentada. La experiencia fue todo un éxito como describe el propio don Carlos en una carta remitida al Obispo de Málaga:

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“De una gran necesidad creí siempre en este pueblo recoger de las calles un buen número de niños harapientos y pordioseros que por abandono de sus Padres e Incuria de las Autoridades no asisten a las Escuelas Públicas; hace un año que en la Casa Rectoral que yo no habito, los reúno en una al parecer Escuela con el pretencioso título del Ave María; dos horas los tengo en clase diariamente instruyéndolos en primeras letras y no menos en la Doctrina Cristiana. Al salir reciben su merienda haciendo propósito de no hacer daño, de no decir palabras groseras y de respetar lo ajeno, bajo la pena de abstinencia; todos los Domingos después de oír Misa, pasan a la Sacristía donde se verifica una rifa de prendas de vestir; mis auxiliares son el Sacristán y los Acólitos que dan muy buen servicio; cuando los niños concluyen la clase, empieza la de las niñas, de las que se ha hecho cargo una piadosa Profesora particular y una sobrina suya que obtienen magníficos resultados en la instrucción y en la piedad; como los niños asisten a Misa los Domingos y como a ellos se les rifa alguna prenda.(2)

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Las Escuelas de don Carlos

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Como se intuye en la carta, el reparto de ropas era posible por la existencia de un ropero que se organizó en la Parroquien en la que numerosas grazalemeñas trabajaban para poder vertir a los niños mas desfavorecidos del pueblo. Ropero del que se hizo igualmente eco la edición de la Unión Ilustrada de fecha 9 de noviembre de 1.916 publicando estas fotos.

 

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Durante los años en los que estuvo al frente de la Parroquia, intentó recuperar antiguas devociones como la del Rosario de la Aurora, cuya hermandad llegó a construir el hermoso templo del mismo nombre, que aún se mantiene contra la incuria de los años y el abandono de todos. Con respecto a esta tradición don Carlos comunicaba al Obispo en una carta fechada el año 1.897 que:

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“Con suma satisfacción participo a V.E.I haberse en el presente año restablecido el Rosario de la Aurora los Domingos y días festivos del año, de madrugada formado por hombres y por la tarde por señoras y señoritas; práctica santa que ha muchos años cayó en el olvido. (…) con gran contentamiento de todo este vecindario y muy particularmente de aquellas personas que conocieron siempre en su pueblo esta práctica piadosa”.

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En 1.916 don Carlos incluso anunciaba al Obispo su intención de adicionar las antiguas constituciones de la Hermandad, lamentablemente desaparecidas.

Distinta de la Hermandad de la Aurora, era la Hermandad del Rosario, probablemente la más importante de la larga nómina de hermandades que existieron en Grazalema y de la que  don Carlos contaba que:

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“En el año que termina se han celebrado las fiestas y mes del Santísimo Rosario con extraordinaria solemnidad; la Cofradía que vivía vida lánguida, vida de agonía, sin fondos para sus cultos, con deudas importantes de años anteriores, sin poder cumplir los sufragios a los Cofrades difuntos, ha sido reformada con tan eficaz resultado que en un año ha pagado gran parte de sus deudas materiales y espirituales y vive ya desahogada vida, después de haber solemnizado como nunca la novena y el mes del Santo Rosario, contando hoy con 500 cofrades de uno y otro sexo”

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El extenso patrimonio inmueble de la Iglesia de Grazalema, fue también objeto de su atención, reparando y reabriendo al culto la iglesia de la Aurora y el Santuario de la Virgen de los Ángeles que según sus propias palabras se encontraban cerrados, y abandonados desde hacía bastantes años.

Finalizadas las obras del Santuario, se produjo el solemne traslado de la Virgen de los Ángeles desde la Parroquia en abril de 1.918. Esta procesión la presidió, el Obispo de Apolo. Título que ostentaba en aquellos años, como Obispo Auxiliar de Málaga, el futuro Beato don Manuel González.

 

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La Unión Ilustrada de 1918, publicó esta foto del solemne traslado de la Virgen de los Ángeles a su remozado santuario.

 

Las cartas de don Carlos al Obispo, nos facilitan una fotografía inestimable de la religiosidad de los grazalemeños de primeros de siglo. En ella nos habla, por ejemplo de la “Obra de las Marías” a la que pertenecieron muchas de nuestras abuelas, y que se fundó en 1.916.

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“Después de tres días de ejercicios espirituales que coincidieron con los Carnavales quedó establecida en esta Parroquia la piadosa Obra de las Marías, a lo que se ofrecieron treinta señoras y fervorosas jóvenes quienes les fue impuesta la Medalla la noche del Jueves Santo, comenzando a desplegar su celo bien pronto, costeando un nuevo y precioso Sagrario, donde estuviese el Divino Amante para recibir a todas horas a sus almas más predilectas; y no bien se les indicó el deseo de establecer la vela perpetua diurna, la aceptaron con verdadero gozo, distribuyéndose las horas desde el Ángelus en que se abre la Parroquia hasta el toque de Ánimas en que el Templo se cierra, no faltando en ninguna de las horas dos Marías por lo menos quienes durante una hora acompañan a Jesús Sacramentado; todas comulgan diariamente y tienen designadas unas como activas, otras como contemplativas los Sagrarios de esta Parroquia y los de Ubrique, Villaluenga, El Bosque y Benamahoma en las que aún no se cuenta con piadosas Marías y por cuya fundación trabajan los de Grazalema por diversos medios.

Los primeros viernes de cada mes son los elegidos para la comunión general de las Marías, predicándose por la tarde piadosos ejercicios con exposición de S.D.M. y bendición y reserva y correspondiendo al llamamiento de su Ilustre Fundador en el precioso opúsculo titulado “Si las Marías quisieran”, consiguieron reunir más de cuarenta niñas, que empezaron la práctica de los nueve primeros Viernes en la fiesta solemne del Sagrado Corazón de Jesús, esperando que al terminar esta primera tanda comience otra quizás más numerosa a la que se agregarán algunos niños, siendo de notar que la Comunión de los primeros Viernes se convierte en Triduo pues continúan comulgando las niñas el Sábado y el Domingo y de este modo no será muy difícil que algunas se resuelva a comulgar diariamente como lo hacen al presente unas cuarenta personas”.

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Por las mismas cartas sabemos cómo fueron las catequesis y primeras comuniones de nuestros abuelos. Las catequesis se realizaban:

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“…dos veces por semana, un día a todos los niños de las Escuelas y otro a todas las niñas, prestándose a ello los señores profesores que son. Gracias a Dios, católicos prácticos”. (…) “La primera comunión se celebra todos los años con la mayor solemnidad después de una semana de ejercicios preparatorios: más de 60 la recibieron este año (1.916) en la Parroquia el día del Sagrado Corazón de Jesús y digo en la Parroquia porque otra extraordinaria y primera Comunión se verificó en el campo en el oratorio público  que tenemos en la Hacienda de “Borreguilla” propiedad del Sr. Ruiz Candil, Doctoral de la Colegial de Jerez y de sus hermanos; (…) cuarenta niños y niñas hicieron su primera comunión, a los que se unieron los Padres y Hermanos y otros vecinos de aquel partido (…) concluida la Santa Misa, se improvisó una procesión con el Niño Jesús por aquellos campos bajo las enramadas de huertas y olivares donde renovaron cánticos fervorosos al Divino Corazón y a la Stma. Virgen que fueron acompañados con los gorjeos de los ruiseñores que en aquel mes y en aquella región son numerosos; los propietarios de la Hacienda cooperaron a la buena obra y unieron a su profunda piedad, la generosidad siempre en ellos reconocida, reportando a los comulgantes un muy suculento desayuno”.

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Pero no todo era ideal para don Carlos, que vivió una época convulsa en el que el laicismo y el anticlericalismo dominaban los movimientos internacionalistas que llegaron a Grazalema durante su juventud y a los que hace referencia también en su correspondencia epistolar.

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“Aunque achacosos los dos sacerdotes que estamos al frente de esta feligresía no nos faltan, a Dios gracias, arrestos para trabajar más cada día en conservar el fuego santo y prácticas de la fe católica, y como no hay rosas sin espinas, aquí nos hieren el corazón de padres los desgraciados obreros del campo que perdieron hace años la fe que impía y anarquista propaganda les arrebataron, permitiéndole indignas Autoridades; la cizaña nació y creció y contra ella luchamos sin cesar”.

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Estos movimientos políticos, instaban a sus afiliados a contraer matrimonios civiles y especialmente a rechazar el bautismo para sus hijos y los entierros religiosos. Todo ello como forma de anarquismo práctico contra el clero y la religión. Don Carlos mantuvo una especial cruzada contra estas prácticas, en las que se valía de su afabilidad y ascendiente y del profundo conocimiento personal que tenía de todos sus parroquianos, dando lugar a episodios propios  de Giovanni Guareschi, y su Don Camilo, como cuando acudió muy ilusionado con las “fuerzas vivas” de Grazalema a bendecir las escuelas que instaló en el pueblo el anarquista José Sánchez Rosa. Tal y como recordará años mas tarde su sobrina Amidea Jiménez «nadie se podía imaginar que a los pocos días de la inauguración se escuchara a los niños cantar en la escuela el himno de la Internacional», con el consiguiente berrinche de don Carlos. O cuando se le quiso prohibir el paso a una reunión política diciéndole que allí entraban solamente hombre y no curas; sorprendiendo a todos cuando se despojó de su sotana diciendo !!pues como ahora soy hombre, entro !.  Y es que don Carlos era un hombre que unía a su afabilidad un carácter y voluntad férreas. Muestra de esta fortaleza, fue la peregrinación que hizo por tierra hasta Roma en 1908, con motivo del Jubileo del Papa Pio X, en el que ni la dureza del camino ni el apedreamiento que sufrió durante el mismo, le hicieron desistir de su meta; lo que hizo que recibiera el reconocimiento del propio Papa.

En esta particular cruzada, si bien no pudo evitar la deriva anarquista de muchos grazalemeños, sí que parece impidió que estos siguieran las consignas respecto al rechazo de los bautismos, matrimonios y entierros, pues como cuenta el mismo consiguieron:

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“…en el pasado año bautizar a los que no habían recibido el Santo Sacramento, impedir matrimonios civiles (tan sólo se ha realizado uno en más de 20 años de Párroco) y evitar los entierros del mismo carácter…”.

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Éxito que provocó el reproche público de los anarquistas gaditanos que públicamente acusaron a sus correligionarios grazalemeños en el “Clamor de la Sierra” de conducirse como «asalariados de la Compañía de Jesús”.

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Don Carlos Jiménez Rodríguez falleció rodeado del sincero cariño de sus parroquianos a los 72 años en la mañana del 26 de julio de 1.932, en su casa de la Plaza Pequeña que con los nuevos aires de la República, había sido rebautizada como Calle de Galán y García Hernández en recuerdo de los capitanes que protagonizaron en 1.930 la Sublevación de Jaca, dejándonos en sus cartas algunas estampas imprescindibles para el conocimiento de la Grazalema de principios del convulso siglo XX.

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A  Concha Navarro Rivas, con nuestro agradecimiento para que nunca se olvide de sus raices de Grazalema.

Diego Martínez Salas

Luís Ruiz Navarro

 

Notas.-

(1)El Siglo Futuro. Edición de 7-11-1889

Boletines Obispado de Málaga. Años 1897 y 1916.

 

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Publicado el enero 18, 2015 en Uncategorized y etiquetado en , . Guarda el enlace permanente. 4 comentarios.

  1. Cándido Gutiérrez Nieto

    Como de costumbre, extraordinario documento. Gracias reiteradas tan a Diego como a Luis convertidos ya en imprescindibles cronistas del pasado grazalemeño.

  2. Isabel Segundo Salas

    Que bonito Diego, ya lo estaba extrañando que no se hablara de él, es más creo que un día pregunté si alguien sabia del sacerdote de Grazalema llamado Don Carlos.

    • Mientras trabajamos en el artículo me he acordado de tu madre por las fechas.

      • Isabel Segundo Salas

        Gracias, mi madre y mi tía Teresa estaban en el coro de la iglesia con don Carlos, también me contaba que todos los años por navidades don Carlos iba a su casa a bendecir la mesa, era muy amigo de mi abuelo, bueno y de toda la familia me imagino,también me contó algún hecho de la época difícil de Grazalema, cuando se hacían reuniones políticas, don Carlos quiso asistir a una y no le dejaban entrar porque decían, que no entraban curas sólo hombres, y don Carlos se quitó allí mismo la sotana y dijo» ahora soy un hombre» y entró.

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