El Teatro en Grazalema. La prohibición del Teatro en Villaluenga, Benaocaz, Ubrique y Grazalema en 1.783.

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Diego Martinez Salas

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Los toros y el teatro han sido históricamente las grandes pasiones de los andaluces y por extensión de los Grazalemeños. Como decía el ilustrado sacerdote José Martínez de Maza, a finales del S. XVIII:

 

 «…publíquese que hay un novillo de cuerda por las calles, una función de máscaras o un estrafalario saltimbanquis que llame la atención del pueblo, y al punto se cierran las tiendas y obradores; la gente más miserable deja inmediatamente su trabajo y todos salen a ver la novedad» (1)

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Sólo las grandes ciudades andaluzas disponían de corrales de comedias estables. Sin embargo, existía un segundo grupo de poblaciones que seguían en importancia a las anteriores que eran habitualmente visitadas por las numerosas compañías itinerantes de comediantes que se formaban y actuaban por toda Andalucía, en una suerte de ruta o itinerario habitual, metódicamente estudiado y planificado y que abarcaba desde el Domingo de Resurrección hasta el comienzo de la Cuaresma en que quedaban absolutamente prohibidas las representaciones.

Sabemos que Grazalema estuvo incluida en esta ruta o itinerario, siendo visitada no solo por compañías andaluzas sino por otras de Madrid, tanto por su importante número de habitantes para la época (7.385 el año 1.785), como por su pujante economía que permitía a sus pobladores costearse este tipo de entretenimientos. De la presencia de estas compañías da fe el acuerdo del Ayuntamiento de Grazalema de 1783 que se conserva en el Archivo General de Simancas que hace referencia a «…que en algunas ocasiones se había presentado Cómicos de Profesión con despachos de los Jueces Protectores de los Corrales de Madrid para que se les de auxilio a compañías sueltas que andaban por el Reino»

También sabemos que las representaciones teatrales se realizaban en el antiguo “Pósito” de Grazalema.  El pósito era un amplio edificio que ocupaba la práctica totalidad de la actual calle Alcalde Sebastián Vázquez Pomar, desde su cruce con la Plaza Pequeña, (solo dejaba un pequeño callejón de unos dos metros de ancho junto a la Iglesia que permitía el paso del “Caño” que evacuaba las aguas superficiales de la Calle Arcos y el acceso al antiguo Asomadero, hoy rebautizado como Asomaderos)  hasta la actual confitería de Vázquez.

 El Pósito fue el precedente de las ya desaparecidas Cajas de Ahorro, en su mejor concepto. Adquirían y almacenaban grano durante las épocas de bonanza que después vendían a precios más ventajosos que los del mercado, en tiempo de escasez, financiando dicha venta a un tipo de interés muy bajo, lo que ayudaba a superar las crisis de los agricultores y las carestías por las malas cosechas.

Los beneficios de los pósitos se destinaban al pago de servicios como maestros, obras públicas, médicos y hospitales. En el caso de Grazalema la utilización del pósito para las obras teatrales, pone de manifiesto un fenómeno común a otras poblaciones como era el destino de parte de los beneficios de las representaciones a las obras piadosas y asistenciales del municipio, probablemente el Hospital de la Vera Cruz y Sangre de Cristo, pues era el sostenimiento de estos establecimientos el destino principal de los ingresos procedentes de las casas de comedias.

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A la izquierda de la imagen se ve el porche del antiguo pósito, y a continuación el callejón que llevaba al asomadero.

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Junto a los comediantes profesionales, algunos grupos de particulares  debieron de realizar algunas representaciones, pues solo así se comprende la insistencia del Ayuntamiento de Grazalema en 1783 de prohibir las Comedias “…así de los que profesan semejantes obras (profesionales), como de los particulares”.  No es de extrañar que estos particulares se encontrasen animados por personas de alguna educación y cultura. Lo que no debió de faltar en una Grazalema que prestaba una formación literaria superior a la de los restantes pueblos de su comarca gracias a la Cátedra de Gramática que existió en ella durante el Siglo XVIII. Entre estos particulares, debió de encontrarse uno de los mejores escritores españoles de dicha centuria, Ignacio López de Ayala, que pasó largas temporadas en su casa de la Calle Las Piedras nº 8 donde compuso su tragedia “Numancia Destruida”.  Este dramaturgo autor también del drama «Habydes», cultivó una poesía de gran calidad y fue un historiador de mérito y astrónomo. Catedrático de Poética de los Reales Estudios de Madrid, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la Real Academia de la Historia y de la Sociedad matritense de Amigos del País fue uno de los mayores intelectuales que dió la Ilustración Española, por lo que sería conveniente que una lápida recordara la casa y el pueblo que le vió nacer.

 

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Casa natal de Ignacio López de Ayala (1745-1789) en Grazalema

La bonanza del teatro en Andalucía fue, no obstante objeto de varios ataques durante el Siglo XVIII que pretendieron su prohibición. Prohibir es uno de los verbos que mejor hemos conjugado los españoles a través de la historia. Es indiferente la orientación ideológica de quien lo decline. Sea de derechas o izquierdas, conservador o progresista, a todo español que se precie le encanta utilizar ese sublime instrumento al servicio de los más nobles propósitos. El teatro no fue una excepción. Los más conservadores, han visto históricamente al Teatro como una ilícita provocación al pecado. Los más progresistas aunque lo contemplaron como moralmente indiferente y lo consideraban como un medio valioso para “educar” al pueblo en sus ideas, no han dudado tampoco en prohibirlo cuando el pueblo no aplaudía sus sesudas y habitualmente aburridas obras teatrales, y prefería otro tipo de obras de corte barroco y de ideología contraria . Esto parece que fue lo que ocurrió en el Siglo XVIII. Ante el desinterés de las clases populares por el teatro clasicista y didáctico de los ilustrados, estos promoverán la prohibición de las comedias de santos y magia que eran las obras más apreciadas por las clases populares. Sin embargo, la prohibición de los autos sacramentales el 9 de junio de 1765, resucitó de una forma imprudente la antigua polémica sobre la licitud moral del teatro y la conveniencia de su prohibición.

En Andalucía el peso de la campaña en pro de la prohibición de las Comedias teatrales será asumido por los Capuchinos y en especial por el Beato Diego José de Cádiz, que en connivencia con la mayoría de los Obispos andaluces, fue promoviendola en las poblaciones de mayor importancia durante sus innumerables predicaciones por toda Andalucía. Para la particular y errónea visión de fray Diego, los bautizados renunciaban por éste sacramento a los entretenimiento mundanos como el teatro, los bailes y los toros. Pretendía además nuestro Capuchino que la monarquía fuese ratificando dichas prohibiciones hasta crear el clima propicio para una  prohibición general. En mi opinión no resulta suficiente la explicación tradicional que ve en esta campaña una simple  lucha por imponer la influencia de la Iglesia en la política de estado. Por el contrario creo que Fray Diego intentó aprovechar la política regalista de los Borbones que pretendían el gobierno Real sobre la iglesia española durante el Siglo XVIII, recordando a la autoridad real que este particular patronazgo imponía la intervención del Rey como garante de la moralidad y religiosidad públicas. Pocos defendieron al Teatro. La prohibición contó incluso con el apoyo de las élites políticas ilustradas más progresistas que veían en el teatro una afición que debía reservarse a las clases más pudientes pero que resultaba impropia para las clases populares pues empobrecía sus economías y les apartaba del cumplimiento de sus obligaciones.

 

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Antigua casa de los Capuchinos en la Calle Arriba de Grazalema, primorosamente  restaurada por María Isabel Campuzano que ha recuperado en su fachada las pinturas de lo escudos de la orden de los frailes menores de San Francisco (vulgo Capuchinos)

 

 

En rigor debía ser difícil oponerse a los argumentos del Beato que con fama de santidad, predicaba con vehemencia la conveniencia de la prohibición para evitar el pecado y su castigo divino en forma de epidemias, terremotos, y guerras conforme a una creencia generalmente aceptada en la época.

Grazalema  no podía quedar al margen de la campaña de nuestro beato que recibió sus primeras letras en su Cátedra de Gramática y que sabemos visitaba asiduamente Grazalema para predicar en sus Iglesias desde su cercano convento de Ubrique. Estas visitas y misiones de los capuchinos en Grazalema se veían además favorecidas por el mantenimiento de una Casa u Hospicio en la Calle Arriba, que les sirvió de residencia en sus “misiones” y que revela la intensa relación de la orden con nuestro pueblo.

Durante la década de 1770, Fray Diego José de Cádiz fue especialmente beligerante contra la representación de dos obras de mucho éxito en este particular circuito teatral en el que se encontraba Grazalema. Se trataba de las obras «El diablo predicador» de Luis Belmonte Bermúdez , y «el Principe Tonto» del malagueño Francisco Ramírez Arellano. La representación de estas obras durante estos años y la ofensiva contra el teatro motivaron finalmente que el 2 de septiembre de 1783 el Concejo, Justicia y Regimiento de la Villa de Grazalema:

 

  “… celebraron cabildo y en uno de sus asuntos consta haberse tenido presente ser utilísimo al bien común de las almas se extingan las diversiones de Comedias, Operas y obras de teatro, públicos así de los que profesan semejantes obras (profesionales), como de los particulares, por no ser del agrado de Dios Nuestro Señor y su Bendita Madre, atento a inferirse de ello, gravísimos males espirituales y temporales y de lo que hay verídicas experiencias y más si las limosnas que en semejantes teatros se recogen se destinan a obras pías, pues es menester estar muy ciego, para no comprender el desagrado de su Divina Majestad y tener olvidada la Santa ley de Dios, Su Evangelio, y el Bautismo para no entender y hacerse cargo de estos daños que la villa quería extinguir enteramente en este pueblo y para su logró acordó que desde este día en adelante para siempre jamás quedase prohibida la representación de Comedias, Operas y toda diversión Teatral, así por profesiones, como por otras personas particulares, y que no se permita  con pretexto alguno; y por quanto que había experiencia que en algunas ocasiones se había presentado Cómicos de Profesión con despachos de los Jueces Protectores de los Corrales de Madrid para que se les de auxilio a compañías sueltas que andaban por el Reino; se hiciese recurso a la Persona del Rey Nuestro Señor (Que Dios Guarde) a fin de que su Clemencia y Piedad se sirva aprobar esta determinación de la Villa objetiva a la más honra y gloria de Dios Nuestro Señor  y que teniendo esta Villa con sus hermanas la de Villaluenga,  Ubrique y Benaocaz y que apetece de que aquellos vecinos gocen de iguales Indulgencias y que esta próxima en la citada de Villaluenga, la celebración del Anual Cabildo de todas cuatro, se les pasare testimonio por si quieren unirse las otras tres con esta a solicitas la referida aprobación de S.M. la aprobasen.”

 

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Solicitud de los Alcaldes de las Cuatro Villas para la prohibición de las Comedias. El   expediente  cuyo original obra en el Archivo General de Simancas puedes descargarlo de la Biblioteca Virtual de Raices de Grazalema.

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Dicha propuesta es aprobada por las cuatro villas en el Cabildo que se celebró el 9 de noviembre del mismo año en Villaluenga y en el que constan los nombre de los Alcaldes y Corregidores de las mismas y que eran:  el Licenciado Andrés Sámano Andrade, Abogado de los Reales Consejos, Corregidor y Capitán de guerra de estas cuatro Villas, Don Pedro Ruiz Calle y  Juan García Parra, Alcaldes Ordinarios de Villaluenga, Don Francisco Vegazo y don Vicente Romero de Ubrique, Don José Bocanegra y Don Tomas García Valle de Grazalema y Don Juan Alvares Benegas y don Francisco Romero Puerto de Benaocaz.

El acuerdo de las cuatro villas fue finalmente aprobado por el Consejo de Gracia y Justica de Carlos III el 14 de febrero 1784, sancionando una prohibición que se extendió un mes más tarde a todo el Obispado de Málaga. Sin embargo, la temprana muerte de Carlos III, hombre de escasa sensibilidad cultural, contra la imagen que la propaganda oficial nos ha trasladado de él, hizo que se fuese relajando la prohibición, reiniciándose paulatinamente las representaciones, sobre todo tras el fallecimiento el año 1.800 del futuro Beato en Ronda que repentínamente enferma cuando pretendía marchar en dirección a Grazalema.

 

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Lady Louise Tenison fue una viajera romántica que visitó Grazalema a mediados del S. XIX, dejándonos el primer grabado sobre la población y un fresco retrato de los grazalemeños de aquellos años.

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Poco varió la situación del Teatro en Grazalema durante el Siglo XIX, salvo por la aceptación progresiva del público de las obras de inspiración ilustrada. Así se deduce de la noticia que en 1850 nos facilita  la viajera romántica Lady Louise Tenison, en su libro de viajes “Castle and Andalusia”, en el que nos narra su asistencia a la representación de una obra teatral por una de estas compañías itinerantes que periódicamente visitaban nuestro pueblo.

 

“Nos sorprendió considerablemente conocer que una Compañía de Teatro había llegado a este rincón remoto del mundo y ante la pregunta de si íbamos a ir a la función contestamos afirmativamente, llegando al poco el empresario que nos ofreció butacas a  5 reales.

El teatro estaba próximo a la Iglesia y en un extraño lugar. Un establo en su origen. Tenía un solo piso. La orquesta la formaban una flauta, una par de timbales y una guitarra, las luces unas cuantas lámparas de aceite, la audiencia, lo que se podía imaginar que era lo más escogido de la sociedad del pueblo. Amor maternal era el nombre de la pieza que se representaba y lo cierto es que no lo hicieron mal, el protagonista desempeñó su papel admirablemente, evitando además algunos problemas, ya que conocía su papel también como el de los demás actores. No puedo arriesgarme a describir la obra en su totalidad debido a que algunos de nuestro grupo estaban tan cansados que decidimos marcharnos cuando acabó el primer acto. Lo poco que vimos aduló grandemente nuestra vanidad patria, ya que se daba la circunstancia de que la mitad de los personajes eran ingleses y su comportamiento en asuntos de generosidad, valor y otras loables cualidades dejaban en un inmejorable nivel a nuestro país”.

 

El “extraño edificio” que la viajera inglesa confundió con un establo era el antiguo pósito, y la obra que titulaba amor maternal, era el drama en dos actos de Ventura de la Vega (1807-1865), “Amor de Madre”. Comedia de Salón y moralizante, que en esos años gozaba de las preferencias del público español.

Ya con la irrupción del cine mudo en los años treinta, el Pósito servirá de Sala de Proyección, cuyas sesiones serán amenizadas por el sonido de un piano que se llevaba desde la Casa de José Castro, padre de Guillermo, Juan y Jaime, mientras el público buscaba asiento en unas incómodas gradas de madera con las que contaba el local.

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Grabado del libro de Lady Tenison representando el atuendo de la típica mantilla de tiro de paño que vestían las Grazalemeñas en 1850. y que la escritora inglesa describió como la prenda típica de las clases populares durante su estancia en Grazalema y Andalucía. En Grazalema esta mantilla se le denominaba mantillo y fue utilizada profusamente hasta los años cincuenta del Siglo XX.

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Sin embargo, no fue el Pósito el único lugar donde se representaron funciones de teatro o variedades. Antes de la Guerra civil, se utilizó también una antigua carpintería que existió en el solar de la actual casa de María Luisa Castro. Allí Guillermo Castro recuerda las representaciones de un pequeño circo que realizaba una extraña pareja de chinos que recaló y vivió durante esos años en Grazalema.

A Filomena Organvidez se le quedó grabada la enorme dificultad de la mujer para andar por las calles de Grazalema pues sus diminutos pies reducidos por la ancestral práctica de los pies vendados, hacía que estos se le introdujeran entre los huecos del empedrado de las calles.

Tras la Guerra Civil, y con motivo de las misiones que se desarrollaron en Grazalema durante los primeros años de la década de los cuarenta,  se utilizaron también las dependencias del antiguo Convento Carmelita, en donde bajo la dirección de la conocida como Carmen “la misionera”, se representaron varias obras como don Gil de las Calzas Verdes de Tirso de Molina, interpretada por Juan Barea. También se representaron obras benéficas en el pósito y en el Cine que se construyó posteriormente en su solar, generalmente de tipo costumbrista y del repertorio de los Álvarez Quintero como » Los Galeotes», «El Centenario»,“ Un cuartito de Hora” y “Sangre Gorda”, interpretada por María Jesús Salas y Paco Campuzano ya en los años cincuenta.

 La pérdida de importancia de Grazalema durante el Siglo XX, redujo la visita de las compañías teatrales a los días de la Feria de Agosto. No aminoró esta circunstancia la calidad de las compañías ni de los artistas que acudieron y que generalmente procedían del Teatro Lope de Vega de Sevilla. Las funciones de empresario las asumíó habitualmente desde los años cincuenta el  desaparecido Pepe Da Rosa, bajo cuya empresa actuaron artistas de la talla flamenca de Juanito Valderrama, Gilillo o Lolita Sevilla y donde se pudieron disfrutar de obras como Romeo y Julieta, los Intereses creados y otras  de la pluma de Jacinto Benavente.

Las obras se representaron entonces en la plaza de Toros, utilizándose como improvisado camerino, el túnel que se abre entre la parroquia y la casa rectoral y que era convenientemente cegado por dos cortinas en sus extremos que dotaban al espacio de la necesaria intimidad.

Antes de Pepe Da Rosa, las labores de empresario taurino y teatral eran asumidas habitualmente por la misma persona. A título de ejemplo Antonio Salas asumió la empresa durante la feria del año 1945, en el que se representó La Malquerida y se contrató una corrida taurina en la que a un desconocido Antonio Ordoñez, con tan solo 13 años de edad, recibió el toro de rodillas a Porta Gayola, lo que hizo que su padre el mítico Niño de la Palma que retirado de los ruedos tres años antes le asistía como subalterno y banderillero, le propinase un tremendo bofetón a la vista de toda la afición.

La larga vida del pósito y de su variada utilización (sirvió también como local para la cuarentena de los perros que mordían a las personas y su porche para el herraje de los animales) finalizó con la venta del edificio por el consistorio a Paco Becerra que lo demolió en 1947 construyendo en su solar el moderno “Cine del Carmen”, que tomará el relevó como sede de las proyecciones y de las representaciones de teatro y variedades.

El estreno del nuevo local, tuvo lugar, antes de que concluyeran sus obras, con una función benéfica auspiciada por don Juan Estrada Castro (1909-1914), párroco de grato recuerdo en Grazalema por su gran humanidad, y cuya caridad y sensibilidad social con los más desfavorecidos por los pueblos donde pasó fueron tales que hoy se encuentra en proceso de beatificación.

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Visita del Cardenal Herrera Oria en los años en el que el Siervo de Dios don Juan Estrada (a la derecha del cardenal en la foto) fue Párroco de Grazalema. A este joven párroco se debió la organización de numerosas sesiones de teatro aficionado con fines benéficos.

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La memoria prodigiosa de algunos de los más mayores de Grazalema nos ha dejado el testimonio del contenido de esta función. donde  varios vecinos especialmente dotados para la canción interpretaron varios pasodobles y coplas. La más celebrada fue una jovencísima Inés Fernández García (hermana de Pilar y Emilia) que ataviada con una mantilla negra cantó un emocionado pasodoble dedicado a la reciente muerte de Manolete, que llenó de sentimiento a los presentes. Por su parte el Señor Juan “El Pario”, interpretó una canción golpeando rítmicamente dos cucharas soperas con otra en un ejercicio de habilidad que provocó la admiración de los presentes. En esta función, no faltaron las continuas referencias a las recientes inundaciones que acababa de padecer el pueblo. Así con la música y el estilo propio de los prohibidos carnavales se cantaron coplillas como la relativa a la pérdida de los sacos que contenían los productos objeto de racionamiento que se almacenaban en el arresto municipal que hoy ocupa la Policía Local:

 

 “Los garbanzos se perdieron

Las lentejas se limpiaron

Y según a que persona

algunas piernas se  lavaron”

 

En general. La afición al teatro en Grazalema fue tal, que los más antiguos como Guillermo Castro recuerdan como bastaba que se anunciase la actuación de cualquier compañía de teatro o variedades para que acudiesen de los contornos toda la población, inundándose el pueblo de los habitantes de la Ribera que en esos años eran más de quinientos. Tras la representación y la visita a las bodegas de rigor, regresaban a sus casas en el campo, si es que podían  encontrar las bestias que Isabelita Salas y Charito Naranjo, junto con otros zagales del pueblo  habían cambiado de calle y amarre.

 

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La famosa riada de Grazalema. En la foto se puede observar el desnivel existente entre la Plaza y el arranque de las Calle las Piedras y el Ayuntamiento lugar donde desembocaba el caño que evacuaba las aguas procedente de la Calle Las Piedras y que se encuentra cubierto por las lluvias en la foto.

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Tras la peculiar inauguración del Cine Virgen del Carmen, donde el recordado Mariano oficiaba de Proyector, continuará éste hasta su demolición para la apertura de la nueva Calle Alcalde Sebastián Vázquez Pomar, en los años sesenta, lo que cambiará definitivamente la fisonomía recoleta de la Plaza Pequeña y determinará la desaparición definitiva de este tipo de locales en Grazalema y de las representaciones teatrales.

Hoy felizmente se ha recuperado la afectiva relación de Grazalema con el Teatro a través de una generación animosa que ha constituido un grupo de teatro, digno de admiración y encomio. La Zapatera Prodigiosa, Sangre Gorda. Don Álvaro o la fuerza del sino, Cuartito de Hora, y otras muchas obras vuelven a relumbrar en Grazalema gracias a ellos.

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Notas y Bilbliografía

(1) Martínez de Mazas. Retrato al natural de Jaén

DOMINGUEZ ORTIZ ANTONIO. Un episodio de la lucha por el teatro en el Siglo XVIII español.

DOMINGUEZ ORTIZ ANTONIO. La batalla del Teatro en el reinado de Carlos III.

DURAN LOPEZ FERNADEZ. Fray Diego José de Cádiz contra el Teatro.

DURAN LOPEZ FERNADO. Respuesta de Fray Diego José de Cádiz a un regidor de na de las Ciudades de España en torno a la licitud de las Comedias.

 

 

 

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Publicado el octubre 7, 2014 en Uncategorized y etiquetado en , . Guarda el enlace permanente. 1 comentario.

  1. Fernando Campuzano Domínguez

    Todos los dias aprendemos algo en «Raices de Grazalema » .
    Y cada vez conocemos un poco más de Grazalema.
    Todo esto gracis a personas como Diego .
    No solo te doy las gracias , sino que creo que te debo un café y un rato de parlamento…. , para seguir aprendiendo . ¡Que bueno Diego !

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